domingo, 11 de marzo de 2012

Posadas y Bioy Casares (ex Schiaffino)

La casa del héroe de las mujeres


En la residencia de seis pisos y  lenguaje academicista francés, con vista a La Biela y el cementerio, proyectada por Alejandro Bustillo, vivió el matrimonio literario más importante de la Argentina, que integraban Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Allí se conocieron y se enamoraron. También en este hogar escribieron y discutieron   sus obras, muchas veces en companía de Jorge Luis Borges.

Vista de la residencia desde la plaza San Martín de Tours
Al final, la casa debió parecerle enorme y vacía a Bioy. Primero había perdido a su hija Martha en un accidente y sufrido la enfermedad y la muerte de Silvina. Luego llegó el día en que Borges lo llamó para despedirse, antes de emprender el viaje a Europa del que sabía que no iba a regresar.
Así fue que, tras los ventanales del quinto piso de la mansión, que dan a la plaza San Martín de Tours, el escritor se fue quedando solo, con su biblioteca, con los proyectos de sus últimas obras y con su fiel criada Jovita (los Bioy la llamaban Jova) que al final fue la que contó en sus memorias la historia íntima del matrimonio literario.
Según Jova, con el paso de  los años,  la vida en la residencia no era lo feliz que el glamour de sus habitantes podía hacer suponer. Por ejemplo, las salidas del escritor con alguna de sus numerosas amigas no eran del agrado de Silvina. Si bien  aceptaba que Bioy tuviera amantes ocasionales, no quería que alguna de esas relaciones pasara a mayores, y odiaba que su esposo no respetara los horarios establecidos. Es decir que podía salir con sus amigas siempre que regresara para la hora de la cena.
Pero si no era el caso, Silvina se instalaba en un sillón que colocaba cerca de la puerta y allí esperaba, hasta oír que su esposo, cinco pisos más abajo, abría y cerraba las  del ascensor. Entonces se recluía en alguna de las numerosas habitaciones del piso, o se iba a su cuarto a pretender que estaba dormida.
Otro temor de Silvina era que su marido la dejara debido a que ella no podía darle hijos. Con el paso de los años, estos miedos llevaron a  que la pareja adoptara a una hija de Bioy con otra mujer. La relación de Silvina con Marta Bioy (la adoptada) no era mala, pero no podía evitar al verla, el recordar su imposibilidad de tener hijos y los tratos de Bioy con la madre biológica.
Cuando Silvina finalmente enfermó y comenzó a desvariar, Bioy la llenó de enfermeras que no debían nunca dejarla sola. A causa de esto ella se ofendió y nunca más le habló, pese a que Bioy se arrodillaba frente a ella todas las mañanas para suplicarle que no le hiciera eso.
El tema del rechazo a la  idea de la vejez y la muerte puede verse en varias de las obras de Bioy, y no sólo de las últimas, sino que ya en La invención de Morel y Diario de la guerra del cerdo estos temas están presentes. En el prólogo de El héroe de las mujeres el autor asumió que una de sus obsesiones literarias fue la búsqueda de un método para postergar la vejez: a lo mejor, decía, "busco métodos literarios en la esperanza de hallar uno verdadero". En  Guirnalda con amores incluyó sobre el tema algunas anotaciones y aforismos. Por ejemplo, en el  titulado Nuestro camino escribe que "En el camino de la muerte sólo hay héroes". En Una vida mejor, pone: "Qué agradable sería la vida si concluyera un poco antes de la muerte".
Sin embargo, al principio todo era distinto. Ambos provenían de familias bien, los dos eran ricos y ya tenían su prestigio entre los de su clase. Adolfo (llamado Adolfito entonces por sus amigos y familiares) ya era escritor, y Silvina era muy buena pintora: había estudiado en Europa con De Chirico y tenía su estudio en el sexto piso de la mansión. Pertenecían al grupo de la vanguardia artística y cultural del país, comandada por Victoria Ocampo, una hermana mayor de Silvina, que editaba la prestigiosa revista Sur y obligaba a todo el grupo a congregarse en torno de la personalidad europea de moda, en la mítica residencia que poseía en San Isidro.
Se conocieron por iniciativa de la madre de Bioy, que admiraba la inteligencia de las Ocampo y creía que Silvina era de ellas la más inteligente. Lo que no previó la señora Casares fue el enamoramiento súbito de Adolfito y Silvina: desde que se conocieron, ya no se separaron. Para la madre de Bioy fue un duro golpe, dado que su nuera era once años mayor que su hijo, situación que no era bien vista en la alta sociedad de la época. Pese a esto, la relación continuó, y Silvina fue para Bioy "una gran amiga y una gran compañera", a la que además le reconocía más que talento, genialidad.
Eran los tiempos felices. Compartian sus días; a veces escribían juntos en esta residencia o en  Villa Silvina, una de las casas de los Ocampo en Mar del Plata; soportaban mutuamente las imposiciones de Victoria, la hermana mandona de Silvina; recibían a Borges para cenar. A veces éste entraba a los gritos, afirmando que había hablado con una de las protagonistas del cuento que estaban escribiendo con Bioy, y que ésta le había dicho por qué tal personaje no podía nunca ser el asesino y cuál otro sí podía serlo.
Aquellos años dejaron la obra en colaboración entre Silvina y Adolfo, como "Los que aman, odian", los cuentos satírico-policiales que escribiera Borges con Bioy, y por supuesto, la obra del autor de La invención de Morel y Dormir al sol.
Ahora, gracias a su inmortal obra, y a la existencia de esta casa de los Ocampo-Casares, Schiaffino, una calle de sólo dos cuadras, ha debido resignar la mitad y sólo conserva la cuadra que lleva del Hotel Plaza Francia, casi en Libertador, al Palais de Glace. La otra, que bordea la plaza y que termina en Avenida Alvear, en frente de La Biela, ahora se llama Adolfo Bioy Casares (¿cómo no iba a ser escritor alguien con las iniciales ABC?).
Desde el noventa y nueve, Adolfo descansa ahí nomás, en el Cementerio de La Recoleta. Si su alma reposa feliz, como un perro durmiendo al sol, tal vez recuerde la primera vez que vió a su mujer. El propio Bioy lo relató en una entrevista: "Silvina tenía en el sexto piso, en el piso de arriba, su atelier donde pintaba. Entonces ella me recibió, subimos hasta su atelier y creo que ya en el ascensor nos besamos. A partir de ahí fuimos amantes durante casi diez años y después nos casamos".
"Creo –también dijo entonces- que Silvina fue la mujer menos convencional que he conocido. A veces tengo la impresión de que he vivido un poco distraído a su lado, que no la he cuidado bastante".



Bibliografía


Arias, Silvia. Los Bioy. Tusquets. Buenos Aires, 2002.
Bioy Casares, Adolfo. Guirnalda con amores, Emece, Buenos Aires, 1959.
Bioy Casares, Adolfo. El héroes de las mujeres, Emece, Buenos Aires, 2005.
López, Sergio. Palabra de Bioy, Emece, Buenos Aires, 2000.

4 comentarios:

  1. Excelente artículo, Luis. Interesante y llevadero. Felicitaciones.

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  2. Me encantó! qué placer ahora pasear por los alrededores de la residencia y recordar esta historia... Te felicito Luis.

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  3. Gracias, Luis, por este acercamiento a Bioy Casares. Un abrazo desde Islandia:
    "...Isla del día blanco que regresa,
    joven y mortal como Baldr.
    Fría rosa, isla secreta
    que fuiste la memoria de Germania
    y salvaste para nosotros
    su apagada, enterrada mitología..."

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