Un malón de chatarra en el valle
En
el bello paraje de Boca de la Sierra una notable obra del artista Carlos
Regazzoni evoca los enfrentamientos entre cristianos y tribus de esa zona de
frontera que fue el Azul desde su fundación hasta la culminación de la llamada
conquista del desierto, en 1879.
Desde la fundación del Fuerte Federación en 1832, el país
Azul fue lugar de contacto de la tribu del cacique Catriel con los cristianos
que allí se establecieron. Durante varias décadas se produjo en la zona un
intercambio cultural, económico y político entre ambos grupos. La impactante obra “El Malón”, de Carlos
Regazzoni, emplazada en el paraje Boca de la Sierra, hace referencia a un
aspecto de esas relaciones: la guerra, que como se sabe no es más que la
continuación de la política por otros medios.
Para ver esta obra, erigida a base de chatarra, hay que
tomar desde Azul la Ruta Nacional 226 en dirección a Tandil y desviarse en la
provincial 30, la misma que lleva al Monasterio de los Monjes Trapenses. Una
vez que se llega al flamante parador Boca de la Sierra, en el lugar en que
comienza el cordón del Azul, perteneciente al sistema de Tandilia, se
distingue este conjunto escultórico, que
sorprende por su calidad y por su ubicación, tan apartada de los centros
poblados.
Representa una batalla entre indios y cristianos. A medida que uno se acerca al pequeño valle entre las sierras, a lo
lejos, se vislumbra una pelea de soldados
de línea con sus uniformes azules y sus fusiles, contra indios que arremeten
con sus lanzas. Hay escenas de violencia, degüello, caballos de carga, otros
animales que huyen espantados, un cañón. Pero visto de más cerca lo que llama
la atención son los detalles. Sorprende sobre todo reconocer los materiales
utilizados. Se distingue entonces que las crenchas al viento del indio amenazante
que se alza sobre su caballo, son en
realidad burletes de automóviles. Allí
se descubren escapes de motos, cuadros de bicicletas, engranajes que son ojos,
pernos que son los dedos de los pies que asoman de las botas de potro que
utilizaban ambos bandos.
El Azul de Catriel y la Gran Invasión
Probablemente la obra de Regazzoni esté inspirada en la
gran invasión de 1875, durante la cual la ciudad de Azul fue sitiada por los
indios de Catriel y Namuncurá.
La dinastía de los Catriel era un grupo de los entonces
llamados Pampas, asimilados a la cultura
araucana y también influenciados por los cristianos con los que compartían la
frontera sur. Desde la Fundación del Fuerte Federación –antecedente de la
ciudad de Azul- en los tiempos de Rosas, la tribu de Juan Manuel Catriel -cuyo
nombre ya está influido por la cultura de los blancos, y coincide con el del
Restaurador- tuvo estrechas relaciones con los gobiernos de Buenos Aires. Asociados al cacique Calfulcurá, que dominaba
desde las Salinas Grandes, fueron beneficiarios del reparto de víveres que el
gobernador había acordado con aquél.
Luego de la caída de Rosas esta paz se desmoronó y se
reiniciaron los malones. En 1855, junto
con Cachul y Calfulcurá, Catriel derrotó al ejército del entonces joven General
Mitre en la batalla de Sierra Chica, y desde esta demostración de fuerza los
gobiernos buscaron su amistad para enfrentar a otras tribus más belicosas.
Luego de la muerte del cacique, su hijo Cipriano Catriel asumió
el mando de su grupo y se acercó a Mitre. En 1872 combatieron junto a las
tropas cristianas, y derrotaron por primera vez al temido Calfulcurá, pero en
1874 el éxito no los acompañó: participaron en apoyo de Mitre en su intento de
revolución contra la elección de Nicolás Avellaneda como presidente, pero lo
que parecía una segura victoria se transformó en capitulación y la tribu fue
abandonada a las tropas leales del presidente electo. Entonces, un parlamento
condenó a muerte a Cipriano, su cacique, acusándolo de traición por conducirlos
a este fracaso y por haber enfrentado a Calfucurá. Quien encabezó el cumplimiento de la
sentencia fue su hermano Juan José Catriel, que tomó desde entonces el mando de
la tribu.
Durante su liderazgo fue que se llevó a cabo la gran
invasión, lanzada a finales de 1875, que iba a ser la última imponente reacción
de los guerreros pampeanos. En ella los catrieleros se unieron a Namuncurá -heredero
de Calfulcurá-, Pincén, Reuquecurá, Purrán y Carupancurá, atacando Alvear,
Tapalqué, Azul y Tandil.
Esta participación de Catriel en la invasión general fue
sorpresiva para los militares, que lo contaban como aliado dado que, establecidos
en las afueras de Azul, los catrieleros eran aparentemente amigos del gobierno.
Durante la gestión de Adolfo Alsina como ministro de guerra del presidente
Avellaneda, les ofrecieron nuevas
tierras unas leguas al oeste, hacia donde la frontera se estaba expandiendo.
Las negociaciones marchaban bien hasta que los catrieleros divisaron a los
agrimensores. Estos personajes, sus instrumentos de medición y sus operaciones
diabólicas eran objeto del más profundo odio por parte de los indios. Su
presencia siempre anunciaba desgracia, siempre antecedía a la pérdida de su
territorio. Desde entonces, si bien siguieron en negociaciones con los blancos,
secretamente se pusieron de acuerdo con Namuncurá. Iban a librar su última
batalla.
Esta invasión general se produjo el 26 de diciembre de
1875. Su frente se extendió desde Tres Arroyos hasta Alvear. Alfredo Ebelot,
ingeniero francés contratado por Alsina para trabajar en el diseño de su
sistema de defensa, nos cuenta que “para dar ese gran golpe, el desierto había
puesto en pie no menos de 5.000 lanzas”. En Tandil murieron 400 vecinos, se
llevaron 500 cautivos y arriaron 300.000 animales. Azul fue sitiada, de allí se
levaron 200.000 cabezas de ganado y 4.000 caballos. Los fortines fueron
arrasados.
Pero la respuesta fue también tremenda. El 1º de enero,
Catriel y Namuncurá fueron vencidos en el combate de Laguna de la Tigra, todas las naciones indias, hostigadas. Al mismo
tiempo la frontera se trasladaba hacia el oeste y el ejército se integraba con
profesionales en lugar de los gauchos que habían sido reclutados por la fuerza.
Los indios, alejados hacia el desierto, ya no podían llevar a cabo sus
invasiones ya que su objetivo les quedaba demasiado lejos. La zanja de Alsina
impidió aún más el arreo de ganado hacia el oeste. El fusil Remington y el
telégrafo hicieron el resto. Según Sarmiento, la expedición del General Roca,
que salió desde Azul, adonde arribó en tren, no fue más que “un paseo en
carruaje”.
Pese a que existen en Azul descendientes de los
catrieleros reivindicando parte del territorio, ya no tienen el mismo poder e importancia política que llegaron a detentar, ni son un grupo influyente en la actualidad. Pero en las palabras quedan indicios de este pasado. Por
empezar, el nombre de la ciudad es el que los indios le habían dado a la
región, traducido del araucano. El nombre del arroyo que lo atraviesa, es
también la traducción del nombre original: calvú Leuvú (agua azul). Su
costanera hoy se llama Cacique Catriel
(¿Cuál de ellos será: Juan Manuel, Cipriano, Juan José?). En la margen
izquierda subsite el barrio Fidelidad, cuyo nombre recuerda la convivencia de
los catrieleros y cristianos. En su Museo Etnográfico se exhibe una muy
importante colección de platería mapuche.
En Boca de la Sierra, la obra El Malón también se suma a
la evocación de la historia del país Azul.
Regazzoni en Azul
Carlos Regazzoni, artista nacido en Comodoro Rivadavia,
consiguió fama y prestigio por sus instalaciones, que normalmente compone con
materiales industriales en desuso. Trabajó mucho con elementos desechados por
los ferrocarriles e instaló su estudio en un depósito de los mismos, cerca de
la terminal de Retiro, en Buenos Aires. Su prestigio como artista creció en el
país y en Europa, especialmente en Francia, en donde posee un castillo barroco.
Sus esculturas fueron elogiadas por exigentes críticos de arte. Madonna le
compró una obra.
Cuando en 2007 la ciudad de Azul fue declarada Ciudad
Cervantina por la UNESCO, debido a la colección de Quijotes que atesora, su
Municipalidad contrató a Regazzoni para que instalara en un paseo público una
escultura de Don Quijote. El grupo escultórico está frente a la costanera
Cacique Catriel, e incluye al hidalgo montado en Rocinante, junto con Sancho
Panza, Dulcinea y hasta el perro.
Debido al éxito de este trabajo, las autoridades le
encargaron una segunda obra. Esta fue El
Malón, que está emplazada en Boca de la Sierra. De todas formas, la
relación del artista con los políticos locales fue pésima. Se instaló en este paraje
y fue acusado de tomar para sí propiedades privadas –lo que incluía un sector
perteneciente a Fabricaciones Militares, empresa que donó el lugar para que se
construyera el parador- y de maltratar a los vecinos que se quejaban de sus
actividades en el lugar.
Seguramente cautivado por la paz y belleza del paisaje,
el artista intentó establecerse, pero las constantes peleas con vecinos y
políticos, lo disuadieron.
Por suerte quedó su obra.
Bibliografía
Archivo Mitre. Buenos Aires
Ebelot, Alfredo. Recuerdos y relatos de la guerra de fronteras. Plus Ultra. Buenos Aires. 1968.
Rosa, José María. Historia Argentina, tomo 2. Claridad. Buenos Aires. 1973.
Yunque, Alvaro. Calfulcurá. La conquista de las pampas. Ediciones Zamora. Buenos Aires. 1956.
Bibliografía
Archivo Mitre. Buenos Aires
Ebelot, Alfredo. Recuerdos y relatos de la guerra de fronteras. Plus Ultra. Buenos Aires. 1968.
Rosa, José María. Historia Argentina, tomo 2. Claridad. Buenos Aires. 1973.
Yunque, Alvaro. Calfulcurá. La conquista de las pampas. Ediciones Zamora. Buenos Aires. 1956.
Excelente Luis, te felicito! Me parece genial que, entre otras cosas, quede plasmado en esta obra parte de nuestra historia me imagino que debe sorprender al visitante e inevitablemente preguntarse el significado de esa lucha y porqué está ubicada allí.
ResponderEliminarAhora me gustaría saber desde cuando está esa obra de Regazzoni allí?
Saludos!
Juana Moreira
Hola Juana! Un placer encontrarte aunque sea en la compu. Eso es muy reciente, creo que de 2010 o 2011. La ejecución fue problemática y como la relación con Regazzoni no terminó bien nadie habla del tema. Ni siquiera colocaron una placa que identifique el nombre del grupo escultórico.
ResponderEliminarUn abrazo grande!
Gracias Luis! qué lástima que ni siquiera hayan colocado una placa...! Te cuento que una amiga fué hace poco a Tandil, pasó por ahí y sacó fotos de esta obra, yo estuve por allí hace aproximadamente 4 años y no sabía de su existencia...por eso mi pregunta.
ResponderEliminarSon geniales tus publicaciones!
Un beso!
No hay más catrileros, no más hay criollos y todos "se borraron?, Nosotrros llevamos las sangres de todos ellos, los nacidos en cautiverio, de un lado o del otros, no eran sacrificados ni tampoco eran estériles. Formaron cientos (o miles) de familias!!! Cómo no pueden ver algo tan sencillo y real.
ResponderEliminarSí, es cierto. Ahora que lo leo está mal expresado, por las razones que vos decís, sí existe descendencia. Estoy de acuerdo.
ResponderEliminarLa idea era decir que no existe un grupo social de importancia en la comunidad azuleña que se reivindique como catrielero, aunque habría que investigar también ese tema, ya que puede haberlo.
De forma parecida, existen descendientes de los gauchos, pero no el gaucho como sujeto social con la significación que tuvo en el siglo XIX
Lamento haberlo expresado mal porque también discrepo con la visión según la cual los argentinos "descendemos de los barcos". Al respecto hay investigaciones que refutan esta postura.
Saludos!
La batalla se encuentra en la ruta que va hacia el Monasterio de los Trapenses, desde Azul hacia Acosta (pueblito recomendable para conocer especialmente a la hora del mediodia con hermosa pulperia) a la izquierda en el predio del Parador Municipal que hasta hace un par de años estaba sin actividad, sólo quedaron las esculturas en medio de las sierras. Ahora muchos de sus indios y gauchos los sumo al parque que se encuentra sobre Figueroa Alcorta al lado del MNBA. Atte. Prof. Patricia Tatavitto.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola. Gracias por comentar. Estuvimos comiendo (muy bien) en esa esquina única de Pablo Acosta. Hace un año largo que no vamos. Saludos!
EliminarFelicitaciones por esta gran nota.
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