miércoles, 6 de noviembre de 2013

San Pedro, Provincia de Buenos Aires

La batalla de Vuelta de Obligado

En un recodo del Paraná, al norte de San Pedro, tuvo lugar en 1845 la batalla de Obligado. Allí las fuerzas nacionales resistieron por casi doce horas a las escuadras más poderosas del mundo. Cuando ya no les quedaban balas ni pólvora los argentinos pelearon con armas blancas, pero fueron derrotados, dejando 250 muertos y unos 400 heridos. Para los invasores era el comienzo de la pesadilla que significó su incursión por el Paraná. San Martín, al enterarse desde Europa, escribió su conocida metáfora gastronómica según la cual “los  argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”.


A las cinco de la tarde, Juan Bautista Thorne dispara la última andanada con su cañoncito, a orillas del Paraná. Casi al mismo tiempo explota cerca de él una granada enemiga, que lo voltea. Enseguida se incorpora. “No ha sido nada”, dice; adivinando la pregunta, porque en realidad no escuchará ya nada y para siempre será recordado como el “sordo de Obligado”. La artillería ya no contesta el fuego enemigo; por tres horas más los criollos cargarán con lanzas y bayonetas, contra la metralla y cohetes de los invasores.
A las ocho de la noche, tras casi doce horas de batalla, los ingleses y franceses ocupan la posición de las baterías argentinas.
Obligado ha caído.

Las vueltas de la historia

En 1828, bajo la influencia de Inglaterra nacía la República del Uruguay. Se suponía que iba a ser un estado amigable con los ingleses, evitando de paso que una federación de las provincias del sur ocupara ambas márgenes del Plata, pero algunos uruguayos no adhirieron a la idea y resurgió aquel espíritu artiguista de un territorio oriental que integrara una confederación suramericana.
Vuelta de Obligado, pintura de Rodolfo Campodónico
Así fue que para 1845, el depuesto presidente uruguayo Oribe, aliado de Rosas y la Confederación, reivindicaba esa tradición: con ayuda de tropas argentinas puso sitio a Montevideo, reclamando poder culminar su mandato, del que había sido despojado por la fuerza en 1838. La capital uruguaya, con mayoría de población extranjera (vasco-franceses y argentinos eran predominantes), resistía con la ayuda de la escuadra, infantería y financiación de Francia, que quería establecer una ciudad-factoría en Montevideo.  Era un empate técnico: ni Oribe podía tomar la ciudad ni los montevideanos imponerse en el resto del país.
A fin de desempatar –la definición por penales todavía no se había inventado- Francia e Inglaterra decidieron establecer un bloqueo a la Confederación Argentina para que cesara en su ayuda a Oribe. Claro que, más que un espíritu deportivo, a los europeos los animaban otras intenciones.
Éstas se conocen por documentos que se obtuvieron en Brasil, dado que el entonces Imperio esclavista tuvo intenciones de participar en el bloqueo y por eso en Río de Janeiro quedaron registrados los objetivos de la intervención. Los había públicos y secretos; los primeros eran:
·        Defender la independencia de la banda Oriental
·        Defender la independencia de Paraguay, y
·        Acabar con las guerras del Plata.

Sin embargo, también había objetivos secretos, que eran:
·        Convertir a Montevideo en una factoría comercial,
·        Obligar a la libre navegación del Plata y sus afluentes (favoreciendo un monopolio de hecho de los vapores británicos),
·        Fijar los límites del estado Oriental, del Paraguay y de un nuevo estado a crearse en la Mesopotamia, y
·        Deponer a Rosas si éste no se allanaba a estos objetivos.

Y además de los objetivos, había otras motivaciones que tenían que ver con la geopolítica. Por ejemplo, la conquista de Texas por parte de los norteamericanos a expensas de México, hizo que Inglaterra perdiera esa zona como productora de algodón para sus manufacturas. Esto podía compensarlo con plantaciones en Corrientes y en el Paraguay, de paso lavando en el sur la afrenta que significaba para Francia e Inglaterra su renuncia a enfrentar a los Estados Unidos. En el caso de Francia, una motivación importante era más bien psicológica, y tenía que ver con su chauvinismo[i].  Este se manifestaba en forma de arengas en el parlamento por parte de burgueses que clamaban por victorias militares y conquistas colonialistas que no necesariamente beneficiaban al país. Tal vez influía en esta actitud el saber que no eran ellos los que iban a ir a una eventual guerra. Animémonos y vayan, diría Jauretche.

La Batalla

La flota que se adentraba en el Paraná constaba de noventa buques mercantes, protegidos por once navíos de guerra franceses e ingleses, incluyendo tres vapores y la fragata San Martín, tomada a las fuerzas argentinas en el Río de la Plata.
El 8 de noviembre de 1845 la escuadra entró en el Paraná Guazú y se detuvo cerca de Ibicuy, al saber que estaban artillados los recodos de la Ramada, en el Paraná Pavón, y de Obligado, en el Guazú. Siete días se quedaron allí estudiando la situación, hasta que decidieron enviar la flota de guerra para despejar el paso de la vuelta de Obligado. Llegaron en la tarde del 18. Dado que el 19 llovió y la escuadra no podía distinguir la ubicación de las baterías, el ataque comenzó el 20 de noviembre, a las ocho y media de la mañana.

En Obligado, al norte de San Pedro, el río tiene unos 700 metros de ancho y un recodo pronunciado. Allí, el General Mansilla había hecho tender tres cadenas apoyadas en lanchones para dificultar el paso de los buques. Se habían dispuesto tres baterías, con un total de treinta cañones; tres río abajo de las cadenas, y una río arriba. Los cañones eran pequeños, de calibres que iban de 8 a 20, mientras que los de los invasores eran de 80. Había 160 artilleros y un ejército de 2.000 hombres, entre fuerzas de línea y milicias. Para cuidar las cadenas también estaba el bergantín Republicano.
La San Martín se adelantó para cortar las cadenas, pero fue alcanzada por varias balas de cañón de los defensores, que le cortaron la cadena del ancla, logrando precipitarla río abajo con graves averías.
Los vapores intentaron entonces abrir el paso; fueron rechazados por el Republicano mientras tuvo balas, pero luego del mediodía se quedó sin municiones y  fue volado para que no cayera en poder del enemigo. Basados en su poder de fuego superior, las naves invasoras causaron muchas bajas entre los argentinos, sufriendo escasamente  porque apenas eran alcanzadas por las balas de los pequeños cañones de Obligado. Finalmente el segundo vapor logró cortar las cadenas.
Las baterías argentinas siguieron disparando mientras tuvieron pólvora y balas; alrededor de ellas quedaban los cuerpos de los artilleros que iban cayendo. Según los partes, a las cinco de la tarde se dispararon las últimas, y lo que siguió fue una carga desesperada de infantería con armas blancas contra los cohetes y cañones con metralla, que protegían el desembarco de los ingleses y franceses.  Estos últimos contaban con los modernos cañones-ubús Paixhans, que combinaban velocidad, precisión y carga explosiva, constituyendo un arma decisiva para la época, ya que tornaba estéril la carga de formaciones tradicionales de infantería, lo que originó a posteriori la era de la guerra de trincheras. También usaron cohetes a la Congreve, que habían descubierto y perfeccionado los ingleses, ya que en la guerra en India habían sido atacados con una especie de cañita voladora. En el caso de la Vuelta de Obligado, éstos tenían carga incendiaria o de metralla.
Estación del Metro de París, inaugurada bajo el nombre de Obligado
Contra este armamento, la carga a la bayoneta fue inútil, y terminó a las ocho de la noche, cuando los confederados argentinos tenían bajas que representaban casi un tercio de sus fuerzas, entre muertos y heridos. Los franceses se llevaron de recuerdo algún viejo cañoncito de bronce y unas banderolas que consideraron trofeo de guerra. Para satisfacer su orgullo, depositaron las banderolas junto a la tumba de Napoleón en Los Inválidos. Una estación del metro francés recibió luego el nombre de Obligado. Se cambió por la denominación actual de Argentina, durante  la visita de Eva Perón, cuando desde estas pampas se proveía a la alimentación de los franceses en las duras épocas posteriores a la segunda guerra mundial.

Después de la batalla

Las tropas invasoras no la pasaron bien. Se produjeron otros enfrentamientos en distintas posiciones fortificadas. En Tonelero, cerca de Ramallo, en San Lorenzo, y en Quebracho, más al norte. Este último fue el más adverso para la flota anglo-francesa: varios navíos de guerra fueron seriamente averiados, y algunos mercantes se hundieron o se prendieron fuego.
Muy poco pudieron vender –gran parte de la flota mercante abandonó ante los primeros disparos y no remontó el Paraná- y sólo habían comprado yerba y tabaco, que luego de la batalla de Quebracho, bajaban flotando por el río junto con los cuerpos, según  dejó redactado en su parte el general Mansilla.
Los comandantes de la invasión pidieron 10.000 ingleses y 10.000 franceses más para continuar la guerra, pero las distintas circunstancias políticas en Europa hicieron inviable la continuación de las hostilidades en el Plata y el Paraná.
Finalmente se llegaría a la paz. Fue un resonante triunfo del dictador de la Confederación,  Juan Manuel de Rosas, que se hizo famoso en el mundo y respetado como nunca en América por la defensa de la soberanía. Incluso muchos de sus opositores y enemigos reconocieron la importancia de la gesta. El unitario Martiniano Chilavert se puso a sus órdenes: “el estruendo del cañón de Obligado resonó en mi corazón; desde ese instante un solo deseo me anima; el de servir a mi Patria en esa lucha de justicia y de gloria”.  Seguiría hasta el final, y sería fusilado por Urquiza luego de la batalla de Caseros.
San Martín legó a Rosas el sable que lo había acompañado en la guerra de la independencia. Desde Francia, escribió cartas que fueron publicadas en periódicos franceses e ingleses –que financiaba Rosas- en las que explicaba que sería muy difícil a un gran ejército europeo mantenerse en Buenos Aires, aunque pudieran tomar la ciudad. Fue influyente porque su voz de estratega militar era respetada también en Europa. En una carta que enviara a Rosas cuando el bloqueo francés, excusaba a los europeos, “pero –decía- lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española, una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.


Fuentes

ROSA, José María. Historia Argentina. Tomo 5. Editorial Oriente. Buenos Aires. 1973

FONT EZCURRA, Ricardo. San Martín y Rosas. Plus Ultra. Buenos Aires. 1965





[i] Chauvin era un sargento de Napoleón, que profesaba un culto fanático del ejército imperial. Los burgueses que adoptaban posiciones bélicas en las que no iban a participar, motivadas por un falso patriotismo, eran llamados chauvinistes.

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