Libertad
de expresión
Nota
del editor
Los documentos que presentamos a continuación se hallaron
a fines del siglo XIX, presumiéndose que fueron producidos en la década del 30
del mismo siglo. No se sabe aún quién los redactó, y sólo se encontraron estos
párrafos, que al parecer pertenecían a un escrito más extenso –tal vez a un
diario personal-.
Junto al escrito, también se descubrieron hojas
pertenecientes a diversos pasquines de la época.
Por razones editoriales, y de comodidad de nuestro
departamento de Marketing, el escrito particular encontrado fue dividido en
tres partes, las que están separadas por los
documentos periodísticos.
Escritos
hallados en un aljibe. Parte I
(Continúa de una hoja que no fue encontrada)
La verdad es que no sé adónde vamos a parar con todo
esto. Yo no sé qué le ven de bueno a eso de ventilar públicamente las intimidades,
mostrar las debilidades, entretenerse morbosamente con detalles los más
desagradables, como si todo no fuese más que un espectáculo público para
regocijo de sujetos que nada mejor tienen para hacer con sus respectivas vidas.
Qué se me importa a mí saber que la hija de tal tendero
es retardada mental y está de novia con el perro del aguatero, y quién podría
interesarse en los detalles íntimos de esta relación. Cuál, me pregunto, podría ser presuntamente mi interés
en saber que el militar tal tiene una relación con su sobrina de catorce años
(parece que no se lleva tan bien con su hermana, porque ahora además de hermana
va a ser su suegra) más allá de la curiosidad de que su madre (de quien sé
también un par de cosas, que tal vez más adelante comente) va a ser, cuando
nazca el fruto de ese amor, abuela y a la vez bisabuela de la misma persona.
Cómo, en el nombre de Dios, podría ser de mi incumbencia
el conocer los detalles de los encuentros íntimos de cierto cura con una
señorita de apellido irlandés, de cuyos antecesores (especialmente de la rama
femenina de su familia) tendría yo interesante información como para llenar más
de una enciclopedia.
Pero no. No me interesa, ni podría nunca interesarme.
Tampoco eso que me han dicho de mi vecina, que dicen que está envenenando a la
hermana del zapatero, que a la vez parece que es la amante (del zapatero), para
quedarse con él, pero sobre todo con la zapatería. A todos los que andan en
esos asuntos de los comentarios yo les digo: ya veremos. Ya veremos si es
cierto. Y sobre todo, si se queda con la zapatería, ya veremos si mejora la
colección de zapatos que están trayendo, que hoy por hoy son lo más vulgares
que pueda una imaginarse.
Artículo
perteneciente al periódico El humilde iluminado.
No como otros, asnos arrogantes, que vemos pastar en las orillas.
Como todos sabemos, y ha sido harto
comprobado por los científicos de los países serios, la América posee un
influjo que es perjudicial para los organismos superiores. Así es que, tal como
lo suscribe certeramente Buffon, el león; que en otros continentes, como
Europa, es considerado por los hombres e incluso por los demás animales el rey de la selva, en
el continente americano no es más que un gato, carece de melena, es más pequeño,
más débil y hasta más cobarde que su modelo original. De esta forma, todas las
distintas especies, ya sean invertebradas, carnívoras o batracios (subreinos en
que se divide el reino animal), tienen en este sector del mundo similares
especímenes, que sin embargo salen siempre mal parados de una comparación con
la bestia original.
Es por eso que los cerdos, los
caballos, los asnos, los bueyes, los perros y las cabras que fueron
transportados por el hombre se empequeñecieron en América, e incluso los que
vinieron por su libre albedrío, también se han ido degradando al influjo
nefasto de este continente, tal es el caso de los corzos, ciervos, alces,
lobos, zorras, perdices y anfibios.
Ya nos muestra la ciencia, asimismo,
que si existe algún animal que no ha cambiado para mal en su comercio con el
nuevo mundo, es seguramente porque es un animal creado por Dios. Como ya se
demostró en Europa recientemente, los animales van cambiando sus formas según
sea su costumbre en la vida; por ejemplo, un caballo que intente alcanzar las
ramas más altas, de tanto prolongar el cuello, la lengua y las extremidades
anteriores, irá estirando sus órganos, y al cabo de varias generaciones se
transformará en otro animal, al que los biólogos llaman jirafa. Pero esto se
aplica solamente a los animales que no han sido creados por Dios, ya que los
que así fueron concebidos, por provenir de una voluntad perfecta, son por
definición inmutables. Por eso se razona que los animales que, estando en
América, no han retrogradado, es debido a que son creación divina, y por tanto
inmutables.
Pero el influjo negativo de América
hará que, aún los animales que no han sido creados por el Todopoderoso y que
por lo tanto deberían mejorar con el tiempo y la práctica, no logren cambios
positivos. En vano los caballos estirarán el cuello en nuestros campos, dado
que ni siquiera encontrarán árboles con ramas altas, que por la misma razón no
los hay (también nuestros vegetales son inferiores). Pero aunque los hubiera y
los caballos nuestros se pasaran la vida estirando el pescuezo, jamás
tendríamos una jirafa, como todo el mundo sabe que hay en varios zoológicos de
Europa. Muy por el contrario, nuestros caballos tienden a achicarse, creando la
raza de criollos y petisos, feos y desarreglados.
Lo peor, y ahí nos vamos acercando al
meollo de la cuestión, es que lo mismo pasa con las personas. Buffon también
nos enseñó que la naturaleza del nuevo mundo es opuesta al desarrollo de los
grandes gérmenes, que como es de dominio público son los que engendran a los
grandes hombres. Por eso es que los indios americanos no tienen pelo ni barba,
ni ningún ardor para con sus hembras.
A causa de todos estos hechos, para
mitigar esta nefanda influencia del continente que habitamos, es que debemos
propender a las luces y la ciencia que nos llegan de Europa, en lugar de
pretender aislarnos, esconder la cabeza como el quirquincho (ahora que lo
menciono, es notable lo que hizo el continente con los enormes gliptodontes,
transformándolos en ese animalejo ni siquiera apto para la fabricación de
guitarras).
Es ése canallesco aislamiento el que
nos proponen los opositores. Un aislamiento que va acompañado, como si fuera
poco, de métodos de castigo los más
inhumanos, como son los azotes, el engrillamiento de prisioneros y el cielito El restaurador de las leyes.
Para hacerlo aún más comprensible,
diría que este oscurantismo y aislamiento es como si, en una tarde de sol, en
lugar de permanecer bajo sus rayos para recibir la benéfica influencia del
astro rey, optáramos por refugiarnos en las penumbras, por ejemplo dentro de la
habitación de Remedios Encarnación Azconzábal, esposa por lo demás del bizarro
y heroico sargento Azconzábal, héroe de Rincón
del Vago, quien se halla en la expedición al desierto. Y ésta es
precisamente la actitud que ha tenido ayer por la tarde el inicuo Juan Jacinto
Olmos, en la vana esperanza de que nadie se enterase.
Y, por si no se entendió, lo repito:
Juan Jacinto Olmos, usted es un falluto y un gavilán cuya conducta, en un día
más cercano de lo que usted cree, se
verá castigada debidamente por la justicia de Dios y de los hombres.
Uno
que pasó por ahí
Escritos
hallados en un aljibe. Parte II
Es que ahora ya no es como antes. Antes una podía ponerse
a leer los periódicos en familia, y no iba a encontrar más que ideas
patrióticas, noticias del mundo de las artes y las ciencias, las últimas
novedades de la pasada temporada en Europa… en fin, un entretenimiento sano.
Pero ahora no. ¿Qué se encuentra ahora en los periódicos,
como no sea crímenes, sangre, lujuria, delaciones, escenas de morbo sin igual?
Nada. Debe una enterarse que el señor X, de la Sala de
Representantes, se gasta todo su salario jugando a la taba, mientras que a su
esposa ya nadie le fía porque parece que a ella se le dá por apostar también en
las riñas de gallos. ¿Y a eso le llaman noticia? Con las cosas que yo sé de esa
señora, aún si me dieran un periódico entero, no me alcanzaría ni para el prólogo.
Y ahora, gracias a la llamada libertad de prensa que ha
dispuesto el general Balcarce, y que la gran mayoría de pasquineros han
interpretado como un liso y llano libertinaje, esto es lo que nos han dejado,
esta miseria. Me pregunto: ¿Es esto libertad de prensa? ¿Lo es en realidad? Yo
digo que es basura, abyecta miasma en que se revuelca nuestra sociedad
putrefacta.
Artículo
del periódico La mulita escurridiza,
aparentemente en respuesta al anterior.
Está muy feo lo que
hace un escriba que firma de manera poco clara, dando a publicidad presuntas
faltas de otros individuos, en lugar de detener su mirada en la inmoralidad
propia. Pero sabemos que el lomo hay que mojarlo por el lado del pelo y que la
mejor forma de matar un zorrino es con las bolas ganándoles viento arriba, así
no pueden mear ni las bolas.
Porque hete aquí que
no dudo en calificar a ese escritorzuelo como uno de esos animalejos del
demonio, que serán más pequeños que los europeos, pero cuyo olor se siente a
tres leguas. No quisiera entrar a discutir las razones científicas, cuestiones
todas de doctor de la ciudad en las que el infame salvaje se embarca, porque
bien mirado el asunto, no vienen al caso y porque, como aconseja siempre el
Restaurador, debe quedar en el campo la vaca recién parida.
Porque el ojo del amo
engorda al ganado, y el campo debe estar libre de peones doctores, ya que debe
laborar por la prosperidad y la tranquilidad de todos, mientras otros no hacen
más que poner palos en las ruedas para trabar las carretas del progreso. Ellos
son los mismos que lograron que, mientras nuestra Patria veía alborozada un
futuro de paz y tranquilidad, tuviera que tragar, porque donde menos se piensa
salta la liebre. el remedio amargo de doctores que se llegaban para aplicar
recetas que nunca funcionarán entre nosotros. Y si bien en un momento creímos
que podíamos amansarlos con nuestros paternales consejos, todo lo que obtuvimos
fue traición y escarnio, porque la cabra siempre tira al monte.
Y, sin más, paso a
decirle al que pasaba por ahí, en relación al mentado tema de la señora de
Azconzábal, que deben entrarse los capataces por entre la hacienda para
conocerla bien, y que es el dueño quien no debe permitir que su hacienda tome
querencia en lo ajeno. Aunque colijo que para un buen entendedor, pocas
palabras bastan, le aclaro que lo que pudo haber pasado, o no, en casa de la
nombrada señora, no era de su incumbencia y que por tanto debió prevalecer el
criterio de que en boca cerrada no entran moscas. Como dice don Juan Manuel: siempre
deben eliminarse los cuzcos ladradores, porque no sirven para nada. Para más si
son unos salvajes, como es su caso.
Ahora bien, en cuanto
a la censura que usted hace de los azotes, estoy por comentarle que me extraña
lo que dice, dado que es mi inclinación pensar que su señora esposa no es de su
misma opinión. Y de esto me persuadí el otro día que pasé por su casa (era un
día en que usted se había ido temprano) y escuché como un ruido de azotes, y
una voz lujuriosa de mujer que, complacida, pedía más. Por eso digo que respeto
su opinión, pero me extraña que sea tan opuesta a la de su señora esposa.
Y también por eso digo
que no siempre al que madruga Dios lo ayuda.
Uno que vió luz y entró
Escritos
hallados en un aljibe. Parte III
Yo ya no sé adónde vamos a ir a parar. Como dice el
marido de mi amiga, que de esto entiende mucho porque tiene un libro de Reynal
y fue una vez a Montevideo: acá lo que se necesita es mano dura; un
Robespierre, un Torquemada.
Hola, muy interesante! en qué libro se encuentra esto?
ResponderEliminarHola, María. En realidad es una ficción que escribí yo. El contexto histórico es cierto, los nombres de los pasquines están tomados de la Historia de la Confederación Argentina, del historiador Adolfo Saldías. Las teorías de Buffon sobre la fauna americana son citadas por Jauretche en su Manual de zonceras argentinas. Saludos.
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