miércoles, 27 de junio de 2012

Libertad de expresión. Escritos hallados en un aljibe. Un cuento histórico




Libertad de expresión



Nota del editor

Luego del primer gobierno de Rosas, durante el breve lapso de la administración del General Balcarce, surgieron dos facciones enfrentadas políticamente: los rosistas, o restauradores, y los lomos-negros, o doctrinarios. Ambos bandos, amparados en una nueva ley que permitía mayor libertad de expresión, se dedicaron a insultarse e injuriarse recíprocamente. De un lado El constitucional y El amigo del país se complacían en insultar a Rosas y a sus seguidores en un lenguaje licencioso; del otro, El Restaurador de las leyes y La Gaceta Mercantil fustigaban de igual guisa a los seguidores de Balcarce. Algo más informales, había otros pasquines que descargaban aún mayor virulencia, publicando información personal de los enemigos políticos. Tales periódicos eran, entre otros: La Ticucha, El Gaucho del Colorado, Los cueritos al sol, El tero embretado y El loco Machucabatatas.
Los documentos que presentamos a continuación se hallaron a fines del siglo XIX, presumiéndose que fueron producidos en la década del 30 del mismo siglo. No se sabe aún quién los redactó, y sólo se encontraron estos párrafos, que al parecer pertenecían a un escrito más extenso –tal vez a un diario personal-.  
Junto al escrito, también se descubrieron hojas pertenecientes a diversos pasquines de la época.
Por razones editoriales, y de comodidad de nuestro departamento de Marketing, el escrito particular encontrado fue dividido en tres partes, las que están separadas por los  documentos periodísticos.




Escritos hallados en un aljibe. Parte I


(Continúa de una hoja que no fue encontrada)

La verdad es que no sé adónde vamos a parar con todo esto. Yo no sé qué le ven de bueno a eso de ventilar públicamente las intimidades, mostrar las debilidades, entretenerse morbosamente con detalles los más desagradables, como si todo no fuese más que un espectáculo público para regocijo de sujetos que nada mejor tienen para hacer con sus respectivas vidas.
Qué se me importa a mí saber que la hija de tal tendero es retardada mental y está de novia con el perro del aguatero, y quién podría interesarse en los detalles íntimos de esta relación. Cuál, me  pregunto, podría ser presuntamente mi interés en saber que el militar tal tiene una relación con su sobrina de catorce años (parece que no se lleva tan bien con su hermana, porque ahora además de hermana va a ser su suegra) más allá de la curiosidad de que su madre (de quien sé también un par de cosas, que tal vez más adelante comente) va a ser, cuando nazca el fruto de ese amor, abuela y a la vez bisabuela de la misma persona.
Cómo, en el nombre de Dios, podría ser de mi incumbencia el conocer los detalles de los encuentros íntimos de cierto cura con una señorita de apellido irlandés, de cuyos antecesores (especialmente de la rama femenina de su familia) tendría yo interesante información como para llenar más de una enciclopedia.
Pero no. No me interesa, ni podría nunca interesarme. Tampoco eso que me han dicho de mi vecina, que dicen que está envenenando a la hermana del zapatero, que a la vez parece que es la amante (del zapatero), para quedarse con él, pero sobre todo con la zapatería. A todos los que andan en esos asuntos de los comentarios yo les digo: ya veremos. Ya veremos si es cierto. Y sobre todo, si se queda con la zapatería, ya veremos si mejora la colección de zapatos que están trayendo, que hoy por hoy son lo más vulgares que pueda una imaginarse.





Artículo perteneciente al periódico El humilde iluminado. No como otros, asnos arrogantes, que vemos pastar en las orillas.


Como todos sabemos, y ha sido harto comprobado por los científicos de los países serios, la América posee un influjo que es perjudicial para los organismos superiores. Así es que, tal como lo suscribe certeramente Buffon, el león; que en otros continentes, como Europa, es considerado por los hombres e incluso  por los demás animales el rey de la selva, en el continente americano no es más que un gato, carece de melena, es más pequeño, más débil y hasta más cobarde que su modelo original. De esta forma, todas las distintas especies, ya sean invertebradas, carnívoras o batracios (subreinos en que se divide el reino animal), tienen en este sector del mundo similares especímenes, que sin embargo salen siempre mal parados de una comparación con la bestia original.
Es por eso que los cerdos, los caballos, los asnos, los bueyes, los perros y las cabras que fueron transportados por el hombre se empequeñecieron en América, e incluso los que vinieron por su libre albedrío, también se han ido degradando al influjo nefasto de este continente, tal es el caso de los corzos, ciervos, alces, lobos, zorras, perdices y anfibios.
Ya nos muestra la ciencia, asimismo, que si existe algún animal que no ha cambiado para mal en su comercio con el nuevo mundo, es seguramente porque es un animal creado por Dios. Como ya se demostró en Europa recientemente, los animales van cambiando sus formas según sea su costumbre en la vida; por ejemplo, un caballo que intente alcanzar las ramas más altas, de tanto prolongar el cuello, la lengua y las extremidades anteriores, irá estirando sus órganos, y al cabo de varias generaciones se transformará en otro animal, al que los biólogos llaman jirafa. Pero esto se aplica solamente a los animales que no han sido creados por Dios, ya que los que así fueron concebidos, por provenir de una voluntad perfecta, son por definición inmutables. Por eso se razona que los animales que, estando en América, no han retrogradado, es debido a que son creación divina, y por tanto inmutables.
Pero el influjo negativo de América hará que, aún los animales que no han sido creados por el Todopoderoso y que por lo tanto deberían mejorar con el tiempo y la práctica, no logren cambios positivos. En vano los caballos estirarán el cuello en nuestros campos, dado que ni siquiera encontrarán árboles con ramas altas, que por la misma razón no los hay (también nuestros vegetales son inferiores). Pero aunque los hubiera y los caballos nuestros se pasaran la vida estirando el pescuezo, jamás tendríamos una jirafa, como todo el mundo sabe que hay en varios zoológicos de Europa. Muy por el contrario, nuestros caballos tienden a achicarse, creando la raza de criollos y petisos, feos y desarreglados.
Lo peor, y ahí nos vamos acercando al meollo de la cuestión, es que lo mismo pasa con las personas. Buffon también nos enseñó que la naturaleza del nuevo mundo es opuesta al desarrollo de los grandes gérmenes, que como es de dominio público son los que engendran a los grandes hombres. Por eso es que los indios americanos no tienen pelo ni barba, ni ningún ardor para con sus hembras.
A causa de todos estos hechos, para mitigar esta nefanda influencia del continente que habitamos, es que debemos propender a las luces y la ciencia que nos llegan de Europa, en lugar de pretender aislarnos, esconder la cabeza como el quirquincho (ahora que lo menciono, es notable lo que hizo el continente con los enormes gliptodontes, transformándolos en ese animalejo ni siquiera apto para la fabricación de guitarras).
Es ése canallesco aislamiento el que nos proponen los opositores. Un aislamiento que va acompañado, como si fuera poco,  de métodos de castigo los más inhumanos, como son los azotes, el engrillamiento de prisioneros y el cielito El restaurador de las leyes.
Para hacerlo aún más comprensible, diría que este oscurantismo y aislamiento es como si, en una tarde de sol, en lugar de permanecer bajo sus rayos para recibir la benéfica influencia del astro rey, optáramos por refugiarnos en las penumbras, por ejemplo dentro de la habitación de Remedios Encarnación Azconzábal, esposa por lo demás del bizarro y heroico sargento Azconzábal, héroe de Rincón del Vago, quien se halla en la expedición al desierto. Y ésta es precisamente la actitud que ha tenido ayer por la tarde el inicuo Juan Jacinto Olmos, en la vana esperanza de que nadie se enterase.
Y, por si no se entendió, lo repito: Juan Jacinto Olmos, usted es un falluto y un gavilán cuya conducta, en un día más cercano de lo que usted cree,  se verá castigada debidamente por la justicia de Dios y de los hombres.
Uno que pasó por ahí






Escritos hallados en un aljibe. Parte II



Es que ahora ya no es como antes. Antes una podía ponerse a leer los periódicos en familia, y no iba a encontrar más que ideas patrióticas, noticias del mundo de las artes y las ciencias, las últimas novedades de la pasada temporada en Europa… en fin, un entretenimiento sano.
Pero ahora no. ¿Qué se encuentra ahora en los periódicos, como no sea crímenes, sangre, lujuria, delaciones, escenas de morbo sin igual?
Nada. Debe una enterarse que el señor X, de la Sala de Representantes, se gasta todo su salario jugando a la taba, mientras que a su esposa ya nadie le fía porque parece que a ella se le dá por apostar también en las riñas de gallos. ¿Y a eso le llaman noticia? Con las cosas que yo sé de esa señora, aún si me dieran un periódico entero, no me alcanzaría ni para el prólogo.
Y ahora, gracias a la llamada libertad de prensa que ha dispuesto el general Balcarce, y que la gran mayoría de pasquineros han interpretado como un liso y llano libertinaje, esto es lo que nos han dejado, esta miseria. Me pregunto: ¿Es esto libertad de prensa? ¿Lo es en realidad? Yo digo que es basura, abyecta miasma en que se revuelca nuestra sociedad putrefacta.





Artículo del periódico La mulita escurridiza, aparentemente en respuesta al anterior.


Está muy feo lo que hace un escriba que firma de manera poco clara, dando a publicidad presuntas faltas de otros individuos, en lugar de detener su mirada en la inmoralidad propia. Pero sabemos que el lomo hay que mojarlo por el lado del pelo y que la mejor forma de matar un zorrino es con las bolas ganándoles viento arriba, así no pueden mear ni las bolas.
Porque hete aquí que no dudo en calificar a ese escritorzuelo como uno de esos animalejos del demonio, que serán más pequeños que los europeos, pero cuyo olor se siente a tres leguas. No quisiera entrar a discutir las razones científicas, cuestiones todas de doctor de la ciudad en las que el infame salvaje se embarca, porque bien mirado el asunto, no vienen al caso y porque, como aconseja siempre el Restaurador, debe quedar en el campo la vaca recién parida.
Porque el ojo del amo engorda al ganado, y el campo debe estar libre de peones doctores, ya que debe laborar por la prosperidad y la tranquilidad de todos, mientras otros no hacen más que poner palos en las ruedas para trabar las carretas del progreso. Ellos son los mismos que lograron que, mientras nuestra Patria veía alborozada un futuro de paz y tranquilidad, tuviera que tragar, porque donde menos se piensa salta la liebre. el remedio amargo de doctores que se llegaban para aplicar recetas que nunca funcionarán entre nosotros. Y si bien en un momento creímos que podíamos amansarlos con nuestros paternales consejos, todo lo que obtuvimos fue traición y escarnio, porque la cabra siempre tira al monte.
Y, sin más, paso a decirle al que pasaba por ahí, en relación al mentado tema de la señora de Azconzábal, que deben entrarse los capataces por entre la hacienda para conocerla bien, y que es el dueño quien no debe permitir que su hacienda tome querencia en lo ajeno. Aunque colijo que para un buen entendedor, pocas palabras bastan, le aclaro que lo que pudo haber pasado, o no, en casa de la nombrada señora, no era de su incumbencia y que por tanto debió prevalecer el criterio de que en boca cerrada no entran moscas. Como dice don Juan Manuel: siempre deben eliminarse los cuzcos ladradores, porque no sirven para nada. Para más si son unos salvajes, como es su caso.
Ahora bien, en cuanto a la censura que usted hace de los azotes, estoy por comentarle que me extraña lo que dice, dado que es mi inclinación pensar que su señora esposa no es de su misma opinión. Y de esto me persuadí el otro día que pasé por su casa (era un día en que usted se había ido temprano) y escuché como un ruido de azotes, y una voz lujuriosa de mujer que, complacida, pedía más. Por eso digo que respeto su opinión, pero me extraña que sea tan opuesta a la de su señora esposa.
Y también por eso digo que no siempre al que madruga Dios lo ayuda.

Uno que vió luz y entró




Escritos hallados en un aljibe. Parte III

Yo ya no sé adónde vamos a ir a parar. Como dice el marido de mi amiga, que de esto entiende mucho porque tiene un libro de Reynal y fue una vez a Montevideo: acá lo que se necesita es mano dura; un Robespierre, un Torquemada.