Una de espionaje y sexo en las invasiones inglesas
La particularidad de este monumento
a Santiago de Liniers es que lo ubicaron en la cuadra en que estaba la casa de
quien fuera su amante; Ana María Perichon, esposa del agente inglés Thomas
O'Gorman. ¡Al fin una de sexo y escándalo!
Monumento a Liniers. Corrientes y Reconquista. CABA. |
En 1806 Buenos
Aires estaba lleno de agentes de distinta procedencia. Convivían en la ciudad
una serie de aventureros que actuaban como agentes ingleses, portugueses y
franceses, a los que se sumarían los de las logias que iban a llevar adelante
el proyecto revolucionario. Algunos de estos agentes obedecían alternativamente
a más de un bando, y cambiaban su empleador de acuerdo a sus intereses
personales. En este contexto se conocieron los protagonistas de esta historia
de amor escandaloso: Santiago de Liniers y Ana Perichon.
Ana era francesa . Hija de un próspero comerciante y nacida en la
isla Borbón, en el Océano Índico, se había casado con el agente secreto inglés
Thomas O'Gorman, quien se dedicaba a los negocios más redituables a fines del
siglo XVIII: el contrabando y el tráfico de esclavos. Como agente inglés en
Europa, O'Gorman se había contactado con el embajador hispano en Londres y le
había presentado un plan para, presuntamente, defender a Buenos Aires de los
ataques ingleses. Claro que la trampa era que ese plan lo habían ideado los
mismos ingleses y, por lo tanto, hubiera servido para facilitar la invasión.
Finalmente el proyecto llegó a manos del ministro Godoy (que decidía los
asuntos españoles en nombre del rey Carlos IV), quien lo desestimó.
Pero O'Gorman
-junto con otros agentes en Buenos Aires- seguía informando a los británicos
sobre la situación del Plata. La casa del matrimonio de Ana y Thomas, en la
actual calle Reconquista, cerca de Avenida Corrientes, era frecuentada por aventureros extranjeros.
Uno de ellos era el norteamericano William White, que pese a su apellido
también se había enriquecido gracias a la venta de negros. Este White era amigo
del almirante inglés Sir Home Popham, jefe de la armada británica. Como el
marino le debía unas cuantas libras, White le envió correspondencia para
convencerlo de que asaltara Buenos Aires y le devolviera el dinero, utilizando
para ello parte de la comisión por el robo del tesoro de la ciudad.
Los que eran más
que amigos eran Ana y otro agente inglés allegado a la familia, James Burke.
Este aventurero acompañaba a la francesa en los períodos en que su marido salía en viaje de negocios. Al parecer, la
relación con Burke fue anterior a que se conociera con Liniers. Por entonces sus dos hijos, producto del
matrimonio con O´Gorman, eran los otros afectos de Ana.
Santiago también había
nacido en Francia. Hijo de un oficial de la marina, desde muy joven se había
enganchado en una expedición española contra Argelia; desde entonces toda su
carrera la hizo peleando contra Inglaterra. Llegó a América con la fuerza de
Ceballos que expulsó a los portugueses de Colonia y desempeñó en el Virreinato numerosos
cargos militares y administrativos, pero en general estos empleos eran pagados
mal y con retraso por la corona
española.
A fines del siglo
XVIII, su hermano, el conde Henry de Liniers, arribó a Buenos Aires con un permiso real para establecer en el Río de la Plata una fábrica de
pastillas de caldo. Estos antecedentes de los caldos en cubitos, que aún
utilizamos, se habían ideado para alimentar a las tripulaciones y pasajeros de
los navíos, con el objeto de evitar tener que embarcar reses vivas. Con esta
intención los Liniers alquilaron la chacra de Altolaguirre, en el barrio actual
de La Recoleta ,
pero el cabildo de Buenos Aires no aprobó la ubicación, aduciendo el peligro de
contaminación del río. Adquirieron entonces una chacra a Lorea, que se
encontraba convenientemente ubicada sobre la actual calle Virrey Liniers en el
barrio de Almagro, pero la oposición del Cabildo, que defendía intereses de
ganaderos bonaerenses, desbarató el proyecto industrial. El conde Henry se
volvió a Europa y el pobre Santiago se quedó con los problemas y las deudas. Su
suerte pareció mejorar cuando obtuvo el cargo de gobernador militar de las
misiones jesuíticas, pero luego de menos de dos años de gestión, debió dejarlo con
el advenimiento del virrey Sobremonte,
Entonces resolvió
volverse a Europa, pero su destino estaba aquí: cuando bajaba a Buenos Aires,
junto con su segunda esposa que estaba por dar a luz, una terrible epidemia
asoló la nave en que viajaban. Su mujer tuvo una nena, pero ambas murieron a
los pocos días. Cuando por fin Liniers arribó a Buenos Aires, Sobremonte debía
encontrarle un puesto en otro destino, acorde con los servicios prestados a la
corona. En eso estaban cuando, en 1806, llegaron los ingleses. Desde su puesto
en la ensenada de Barragán, el primero en verlos fue Santiago.
El amor y la guerra
La buena relación
de Liniers con Ana Perichon y con el grupo de amigos de O'Gorman, fue
fundamental en la organización de la reconquista de Buenos Aires en 1806.
Como el puesto de
Liniers estaba en Ensenada, no participó de las luchas cuando los ingleses
desembarcaron en Quilmes y, como ellos pensaban que iban a ser bien recibidos,
en general no sospechaban de los porteños mejor posicionados. Mucho menos de
los que tenían relaciones sociales con un agente inglés, aunque tal vez
debieron tener en cuenta que en este caso las relaciones más íntimas eran con
la esposa.
Pese a todo, Liniers
se reunía con oficiales ingleses en casa de los O'Gorman. Thomas había sido
nombrado "comisario de víveres" por los invasores y vislumbraba un
futuro promisorio de continuar éstos gobernando Buenos Aires.
La captura de Buenos Aires. Grabado inglés de la época |
Pero Liniers hizo
otros planes. ¿Qué lo decidió a encabezar la reconquista cuando en realidad no
estaba mal posicionado con los nuevos dueños de la ciudad?
Probablemente una
combinación de razones: la lealtad a España y el hecho de ser enemigo histórico de Inglaterra, sin dudas. Pero también, acaso, la percepción de que la
apuesta por los invasores de Buenos Aires no era segura debido a que la gran
mayoría de la gente -entonces llamados "el populacho" o la
"clase inferior"- estaba dispuesta a resistir la ocupación
extranjera. Y ¿por qué no? el saber que, vencidos los ingleses, O'Gorman caería
en desgracia; sería desterrado o encarcelado, y ya no representaría un
obstáculo para sus encuentros con Ana.
Así comenzó Liniers
la conocida epopeya de la reconquista. Pasó a la banda oriental y desde allí
inició la organización de las milicias. Mientras recruzaba el Río de la Plata junto con el oficial
español Gutiérrez de la Concha ,
mientras desembarcaba en el actual Río Reconquista, entonces llamado Río de las
Conchas, algo siempre le recordaba a su amada. Es que junto a él estaba Juan
Bautista Perichon, hermano de Ana y fiel ayudante de campo durante toda la
campaña.
¡Qué noche, Teté!
Gracias al
entusiasmo del "populacho" y las milicias, los últimos esfuerzos de
Liniers durante la reconquista fueron para contener a la multitud y garantizar
la vida de los invasores. Fue entonces que se produjeron hechos heroicos, como
el de Manuela Pedraza, quien entró a la Plaza
Mayor junto con su marido, mató a un soldado inglés, tomó su
arma y participó del ataque final.
Pero una vez
reconquistada la ciudad, las relaciones entre los integrantes de la clase
principal porteña, los oficiales ingleses y sus espías, siguieron siendo
cordiales. Ya lo eran antes: Mariquita Sánchez de Thompson comentó en sus
memorias la invasión cual si fuera un desfile
de modas. Para ella las tropas británicas eran "las más lindas que se
podían ver, el uniforme más poético, botines de cintas punzó cruzadas, una
parte de la pierna desnuda, una pollerita corta (...) Este lindo uniforme,
sobre la más bella juventud, sobre caras de nieve. La limpieza de estas tropas
admirables, qué contraste más grande". En cambio los nuestros daban
lástima: "todos rotos, en caballos sucios, mal cuidados, todo lo más
miserable y lo más feo, con unos sombreritos chiquititos encima de un pañuelo
atado a la cabeza". Tal vez por eso su marido, Martín Thompson, había sido
confirmado por el comandante inglés Beresford como Capitán del Puerto. La dama
patriota también justificó al virrey Sobremonte, quien la había ayudado
autorizando el casamiento con su primo Thompson, y a quien cuando le avisaron
del desembarco prefirió quedarse a ver una obra de teatro para después huír:
"¡Qué noche! -nos dice Mariquita- ¡Cómo pintar la situación de este virrey, a quien se acrimina
toda esa confusión y demasiado se hizo en sacar y salvar los caudales!".
Lo cierto es que
una vez terminado el incidente bélico, Beresford fue recluído en Luján, pero
poco después se facilitó su fuga; White fue encarcelado, pero Liniers pidió por
su liberación y hasta le vendió su chacra; y muchos oficiales quedaron en
libertad.
En fin, que el
único que se tuvo que ir fue el bueno de Thomas O'Gorman. Y entonces sí, Santiago se
mudó a la casa de la actual calle Reconquista, en donde hoy tiene su monumento,
y allí compartió su vida con Ana por un breve tiempo.
Pero si el poder
ganado por Liniers tras la invasión los había unido, las dificultades de la
gestión como Virrey iban a separarlos. Fueron blanco de continuas
murmuraciones: se decía que Ana decidía por el virrey, la acusaban de malversación de fondos, de favorecer a los
ingleses, protestaban porque el hermano de Ana se había casado con una hija de
Liniers sin el permiso real. Faltaba que la tildaran de "yegua", pero
en cambio comenzaron a llamarla despectivamente "la perichona". Para
colmo, el espía Burke, despechado
y con absoluta ausencia de códigos de caballero inglés, hizo público que había
sido amante de la francesa, acusándola a su vez de trabajar para Inglaterra.
Por todo esto
Liniers tuvo que desterrar a Ana Perichon a Río de Janeiro. Y nunca más se
vieron. La historia del virrey no terminó bien y, como se sabe, fue fusilado en
Córdoba después de la revolución de mayo de 1810.
Ana, por su parte,
siguió con su vida escandalosa y se anotó aún un resonante romance en Río: fue
con el embajador inglés Lord Strangford. Se dice que por esto
también la expulsaron de Brasil. Volvió a Buenos Aires, se recluyó en
una estancia que tenía y desde allí se dedicó a casar a sus hijos.
Murió en 1847, unos
días antes de que su nieta, Camila O'Gorman, huyera con el cura Ladislao
Gutiérrez. Pero, claro, esa ya es otra historia.
Bibliografía
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Sosa de Newton, Lily. Diccionario
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