lunes, 20 de febrero de 2012

Laguna Kakel Huincul, en el partido de Maipú

La llave de la pampa



Hoy es una laguna que se ve al costado de la ruta 2 cerca del peaje de Maipú, a la izquierda según se va a Mar del Plata, a veces prestigiosa y a veces despreciada por los pescadores. Pero allá por 1820 sus proximidades fueron la llave de las riquezas más importantes del país. En ella y por ella se pelearon Rosas, el gobernador Martín Rodríguez, las tribus llamadas pampas y el singular ganadero adventista Francisco Hermógenes Ramos Mexía. Allí se firmó el famoso tratado de paz de Miraflores, cuya violación por Martín Rodríguez, también allí mismo, iba a desatar la sanguinaria guerra de exterminio entre indios y huincas que finalizaría recién con las campañas de Alsina y Roca.


            Enero de  1821. Francisco Ramos Mexía se dirige al campamento de las fuerzas del gobernador Martín Rodríguez, cerca de su estancia Miraflores, en las orillas de la laguna de Kakel Huincul.
            Rodríguez está de regreso de su fallida campaña contra los pampas y ha querido vengarse atacando a los pacíficos indios que trabajan en la estancia de Ramos Mexía. Aquellos han  intentado defenderse, pero el estanciero los ha desalentado prometiéndoles conseguir su libertad.
            Para eso va a entrevistarse con  Rodríguez. Pero al llegar al campamento el panorama que encuentra cambiará su vida, como también las futuras relaciones entre cristianos e indios: más de ochenta de sus colaboradores pampas  han  sido asesinados y sus cuerpos están esparcidos por el campo. El gobernador no le dá explicaciones, salvo que todos han intentado escapar. En cambio, lo hace prisionero y lo mantiene recluído bajo arresto domiciliario en su chacra de Los Tapiales. Para Ramos es el trágico fin de su proyecto; una estancia en territorio pampa, en tierras adquiridas a las tribus, y produciendo en condiciones de paz y amistad. Para el país, es el comienzo de una sangrienta guerra que durará más de medio siglo.

La historia de Ramos


            Francisco Hermógenes Ramos Mexía (Pancho Ramos lo llamaban los indios), había nacido en Buenos Aires en 1773, y estudiado en Chuquisaca, donde había cursado sus estudios de Filosofía, Teología, Lógica y Leyes  junto con, entre otros, Manuel Belgrano, Juan José Castelli y Mariano Moreno. Al retornar al Plata le compró a Altolaguirre la chacra de Los Tapiales, que hoy día da nombre a una localidad del partido de La Matanza y se encuentra dentro del predio del Mercado Central de Buenos Aires.
            Pero a finales de la década de 1810, luego de la revolución de mayo, con la que simpatizó, Ramos Mexía decidió  establecer una estancia más allá de la frontera con el indio, que en esos años estaba a la altura del Río Salado, vigilado por el fuerte de Chascomús. Con ese objetivo se trasladó a unos doscientos setenta kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, en un viaje de una semana, para parlamentar con los pobladores indígenas del lugar. Con él iba el gaucho veterano de las guerras de independencia y baqueano, José Luis Molina, que sería luego su capataz. En el parlamento Ramos les dijo a los pampas que tenía intención de comprar la tierra al gobierno y a ellos mismos, si es que estaban de acuerdo; que si ellos lo consentían él se establecería allí con su familia; que las tolderías que estaban en su propiedad podían permanecer y que enseñaría a quienes estuvieran interesados, trabajos que él había aprendido. Los pobladores del lugar estuvieron de acuerdo, y entonces Ramos Mexía fue en busca de su familia y fundó la estancia que llamó Miraflores, en recuerdo de una propiedad que había tenido en Chuquisaca.
            La cosa funcionó. Muchos indios trabajaron para él en su establecimiento y muchos aceptaron su catecismo, que era una herejía para la época, y que indios y gauchos llamaban la "ley de Ramos". Esta se basaba en una interpretación  de la Biblia, según la cual Jesucristo iba a retornar a nuestro mundo, literalmente, para producir la salvación y la resurrección de los muertos. También prohibía el trabajo los sábados, que se consideraba el séptimo día, por lo tanto, de descanso.
            Por estas particularidades, muchos lo consideraron un filántropo, otros un hereje, otros un pionero puritano, a la manera de los norteamericanos, pero también es cierto que detrás de todo esto existía un buen negocio.
            Y es que estos campos próximos a la laguna de Kakel Huincul, eran considerados clave para la expansión de los ganaderos bonaerenses por varias razones. Entre ellas, que era fuente de agua en el camino desde Buenos Aires a la sierra de los Padres; que poseía excelentes  campos para pastoreo de caballada y engorde de ganado; que desde allí podía tomarse hacia las Salinas Grandes, en el sur de La Pampa, de donde se obtenía la sal que utilizaba la principal industria bonaerense, la de los saladeros de carne; que si se estaba en buenas relaciones con las tribus del lugar podía obtenerse mano de obra barata y que tal vez aún se encontrasen por la zona manadas de ganado cimarrón de las que apropiarse. Kakel Huincul se ha traducido del araucano como Loma Solitaria, pero también como Loma Atravesada, lo que hace pensar que lo estaba en relación a un camino existente.
Por todo esto, Ramos Mexía no era el único estanciero de la región: otros hacendados, amigos de Juan Manuel de Rosas (y el mismo Rosas), tenían estancias en las proximidades y empleaban indios en ellas. Cabe destacar que tanto éste como Ramos, si bien por distintos caminos intelectuales, habían llegado a la conclusión de que el progreso del sur de Buenos Aires tenía que llegar de la mano de la paz con los primitivos habitantes del lugar. Las disputas eran por los límites entre propiedades y por el ganado, y Rosas más de una vez utilizó su influencia para combatir las pretensiones de Ramos a nuevas tierras, acusándolo de complicidad con los indios.
            Sin embargo, gracias a la muy buena relación que Ramos Mexía  tenía con los pampas pudo celebrarse, el 7 de marzo de 1820, el Tratado de Miraflores, entre éstos, representados por el hacendado, y el gobierno de Buenos Aires, por el cual firmó Martín Rodríguez. Este tratado se proponía establecer "bases firmes y estables de fraternidad y seguridad recí­procas".

La crisis de 1820


            Pero esta paz se iba a ver perturbada por episodios de la guerra civil de ese año tan convulsionado que fue 1820.
            Se asistía a la caída del Directorio como forma de gobierno del país,  al aislamiento de las provincias y su difícil relación con la de Buenos Aires, que era la más interesada en aislarse y disfrutar con exclusividad de las riquezas del comercio portuario y su  aduana. En este contexto se desarrollaban los enfrentamientos de Buenos Aires contra las provincias litorales, unidas en la Liga de los Pueblos Libres liderada por Artigas. Pero los porteños iban a sostener la táctica de firmar tratados parciales, dividiendo a los artiguistas: primero lo hacen con el supremo entrerriano, Pancho Ramírez, armándolo de paso para que enfrente a Artigas, y luego repiten la maniobra con el santafesino López, ayudándolo a enfrentar a Ramírez.
La paz con Estanislao López se estipuló en el Tratado de Benegas, que puso al supremo entrerriano y a su aliado, el chileno José Miguel  Carrera, en pie de guerra. Este último fue quien condujo a tribus de ranqueles en sangrientos malones contra Lobos y Salto.
            El problema fue que el gobernador Martín Rodríguez no quiso distinguir entre los ranqueles y las etnías pampas. Jurando venganza contra Carrera, a quien en una proclama llamó "furia abortada por el infierno", atacó a los indios del sur, pese a que Rosas le aseguró que los responsables del malón eran ranqueles y que no era conveniente atacar a los pampas. Rodríguez fue desde Kakel Huincul a Tandil, pero el desierto y las tribus lo derrotaron. Según algunos autores, Rosas aprovechó esta expedición punitiva para perjudicar a Ramos Mexía, con quien disputaba territorios. Lo cierto es que el futuro "restaurador de las leyes", desde este episodio se distanció de la facción unitaria de  Martín Rodríguez, a quien en un principio había apoyado.[1]
            Al volver el gobernador de su fallida expedición, en enero de 1821, se produjo el hecho que se cuenta al comienzo. Arrasó la estancia de Miraflores, matando a los indios y llevando prisionero a Ramos Mexía. Lo acusaba de haber dado "pruebas muy estrechas de amistad con los salvajes".


Epílogo


            Francisco Hermógenes Ramos Mexía murió en su chacra de  Los Tapiales, en 1828. Un año antes le a habían restituido parte de sus propiedades de la estancia Miraflores, Pero no llegó nunca a volver allí. Una epidemia se llevó ese 1827 a dos de sus hijos, y él mismo murió al año siguiente por la misma causa.
            Juan Manuel de Rosas se distanció de Martín Rodríguez luego del ataque que el gobernador hiciera a los pampas. Sus estancias resultaron arrasadas por los malones con que éstos reaccionaron. Con esta ruptura, comienza a erigirse en líder político con peso propio. En su carta de renuncia le advierte premonitoriamente a Rodríguez: "Usted aún no me conoce, en vano le parece que sí". Agarrate Catalina, diría mi abuela.
            El capataz de Ramos, el gaucho José Luis Molina, se puso al frente de dos mil lanzas pampas y arrasó las poblaciones del sur del Salado, llevándose 150.000 cabezas de ganado y numerosos cautivos. Junto con los caciques Ancafilú y Anepan, rehusó negociar, argumentando que el gobierno no cumplía con los pactos. Alvaro Yunque afirma que en la guerra contra Brasil este baqueano logró vencer a "500 brasileños, mediante el incendio de pajonales, con sólo 21 gauchos".
            Por su parte, el hacendado y gobernador Martín Rodríguez seguirá intentando vanamente la venganza, mientras deja el gobierno en manos de su ministro Bernardino Rivadavia. Logra llegar a Tandil y a Bahía Blanca, pero militarmente vuelve a fracasar. Su conclusión, luego de todas sus desventuras, es que la experiencia "nos guía al convencimiento que la guerra con ellos debe llevarse hasta el exterminio".
            En cuanto a la relación entre blancos e indios, estos episodios, que minaron la credibilidad de los pactos, marcan el inicio de una guerra a muerte que  iba a durar hasta 1879, cuando adelantos tecnológicos como el telégrafo y el fusil Remington la decidieron en contra de las tribus de la pampa, durante  las campañas de Alsina y Roca.

 

Fuentes


Justo, Liborio. 1962. Pampas y lanzas. Palestra. Buenos Aires.


Sánchez, Gabriela. 2007. Francisco Ramos Mexía y la conformación de la estancia Miraflores.
en VI Jornadas de Arqueología e Historia de las regiones Pampeana y Patagónica. Mar del


Ramos Mejía, Enrique. 1988. Los Ramos Mejía. Emece. Buenos Aires.


Rosa, José María. 1973. Historia Argentina, tomo 2. Claridad. Buenos Aires.


Yunque, Alvaro. 1956. Calfulcurá. La conquista de las pampas. Ediciones Zamora. Buenos Aires.



[1] En este singular año de 1820, Rosas aparece como defensor de los unitarios, y el general Paz con una postura federal al participar en  la sublevación de Arequito, por la cual los oficiales del ejército del Norte se negaron a tomar parte en la guerra contra la Liga de los Pueblos Libres de Artigas.

2 comentarios:

  1. Sumamente interesante. Cuanta violencia.

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  2. Estos hechos son ignorados o poco conocidos por quienes son habitantes del pueblo de Maipu y el periodismo de difusión.

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